Martu Bonino fue parte de la primera generación de la Beca Buena Data. En esta nota cuenta lo que significó sumarse a la Agencia y dice a otros jóvenes por qué estaría bueno que lo hagan. Disculpen, no estamos llorando de emoción, ¡se nos metió una Martu en el ojo!
Martina Bonino
Hace casi un año atrás, un reel cambiaría mi forma de ver la escritura por completo: era una convocatoria para ser parte de la primera agencia de periodismo hecha por y para jóvenes de América Latina.
Al instante el copy captó mi atención y casi sin pensarlo estaba llenando el formulario de inscripción. No entendía muy bien de qué trataba, pero combinaba mis pasiones: la escritura y el activismo. Y sin saberlo, me ayudaría a descubrir una nueva: el periodismo.
En realidad, nunca me consideré una activista como tal hasta que tuve que ponerlo en el formulario para ser parte de Buena Data. Activo por memoria y Derechos Humanos. Porque en eso me formé. Porque eso me mueve y porque tengo la fiel convicción de que trasciende a los grupos de personas.
Un formulario con un par de archivos adjuntos y mucha, pero mucha, pasión por lo que hago me entretuvieron esa tarde, y me hicieron ver todas las cosas que fui capaz de hacer siendo jóven, ¿acaso no era momento de comunicárselo al mundo?
A los días recibí un mail en la escuela. Había sido seleccionada para ser parte de la I Cohorte de la Agencia Buena Data. No lo podía creer.
La alegría fue total. No me esperaba jamás una noticia así. Una organización tan grande y conocida como Chicos.Net, la cual impulsa el proyecto, debe de haber recibido cientos de postulaciones, pensé. ¿Pero por qué yo? Esa pregunta atravesaba mi mente.
Nunca supe por qué yo ni por qué las otras 29 personas de aquel primer zoom un lunes a la tarde habían sido seleccionadas. Sin embargo ahí estábamos: presentándonos con stickers de Whatsapp porque a nuestro editor le aburren las presentaciones convencionales.
Pasaron más de 10 clases y nos introducíamos al mundo del periodismo narrativo. En busca de focos, enviábamos unos primeros sumarios (sin aún entender del todo cómo hacerlo), preparábamos reels y carruseles y compartíamos con otras personas maravillosas comprometidas con su entorno.
Activistas menstruales, por el ambiente, por la memoria, poetas, estudiantes de periodismo, entre otros, nos hacíamos compañía los lunes en las clases y los miércoles en las reuniones de sumarios. Casi sin pensarlo nos hicimos familia.
Lo que aprendí en Buena Data fue mucho más que hacer periodismo. Aprendí a tener seguridad al preguntarle a las personas por qué marchaban en las manifestaciones en defensa de la universidad pública; aprendí a economizar mi lenguaje, a hacer ganchos para los reels, a editar audio y hasta me animé a salir en un stream. Sí, un stream.
Buena Data es una locura. Así me gusta describirlo cuando me preguntan qué es.
Buena Data puede ser muchas cosas, pero sobretodo, es humanidad y esperanza, creo que por eso me enamoró al instante.
En un mundo donde las condiciones socioeconómicas son devastadoras, hay guerras que parecen lejanas, los discursos de odio incrementan y los extremismos ponen en riesgo los sistemas participativos; Buena Data resulta un acto de resistencia contra todo eso.
Buena Data es revolución. Le enseña a las juventudes que su voz tiene peso, y les da la credibilidad de pararse ante una persona y decir "soy periodista de esta agencia, ¿te puedo hacer una pregunta?".
La agencia expandió mis habilidades de escritura y de habla, pero también de escucha activa. Me enseñó que hay historias más allá del ruido que merecen ser oídas, y que deben tener un espacio para ser contadas.
Hoy, orgullosamente, puedo decir que soy periodista de Buena Data. Quizás no cuento con un título universitario, mas cuento con un espacio para compartir mis pensamientos y mis ideales. Y eso, con 17 años, es de las cosas más valiosas que tengo.
Solo puedo agradecerle al equipo grandioso que compuso la I cohorte de Buena Data, a mis compañeros que hoy son de mis amistades más significativas, y a todos aquellos medios que nos ayudan a compartir lo que hacemos altruistamente.
A quien esté en duda de anotarse o no al programa, solo puedo aconsejarle que lo haga, que se atreva. El truco es encontrar aquello que le apasione. Los jóvenes queremos -y necesitamos- oír los pensamientos de otros jóvenes.